El miércoles estuvimos en la
Tomatina de Buñol. En honor a la decencia (que no tenemos, por cierto, al menos en este y otros temas :P ), no me extenderé sobre la marea de gente semidesnuda, rozándose, empujándose, arrojándose tomate y esparciéndoselo por todo el cuerpo, en ríos -de verdad- rojos, y otros gerundios que me callo. La foto está tomada cuando llegamos a la casa paterna de uno de los amigos que nos invitó (Pedro y David, de
Not Trousers, un saludo y gracias por llevarnos), antes de la ducha, y de descubrir que teníamos tomate en partes de nuestra fisonomía que jamás pensamos que podía llegar. Los anfitriones se portaron muy bien, y ojalá repitamos el próximo año.